Los terremotos de profundidad intermedia son eventos que ocurren al interior del planeta en un rango de 70 a 350 km de profundidad. Hay consenso entre los expertos que estos terremotos deben ser controlados por procesos físicos y mecanismos diferentes a los terremotos poco profundos (menores a 70 km), como los que ocurren con epicentro a lo largo de la costa en Chile. Desde hace unos 30 años los sismólogos e ingenieros sismorresistentes en Chile han logrado confirmar que los terremotos de profundidad intermedia presentan generalmente un área de daño, o zona de intensidades elevadas, que resulta ser mayor que la observada para los terremotos de igual magnitud, pero de poca profundidad y con epicentro costero.

El 13 de junio se cumplieron 19 años de uno de estos terremotos de profundidad intermedia. Ocurrió en el Norte, al interior de Iquique 2005, a una profundidad de 110 km, con epicentro unos 125 km al Este de esta ciudad y a unos 50 km de Pica.  Su magnitud fue M7.8 y las intensidades importantes (percepción de la población y daños) abarcaron gran parte de las regiones del Norte Grande de Chile, especialmente la de Tarapacá.

Las zonas más afectadas fueron las comunas de la Provincia de Iquique: Camiña, Colchane, Huara, Pica, Alto Hospicio, Iquique y Pozo Almonte, además de los poblados de Pisagua y Camarones.

Este terremoto cobró la vida de 6 personas y provocó una destrucción importante. En Arica se produjeron deslizamientos de roca desde el morro hasta la Costanera, superando las 400 toneladas de material desprendido, sin dañar a ningún habitante. Igual situación sucedió en los despeñaderos cercanos a la ciudad de Iquique, cortando la ruta que une la capital regional con Alto Hospicio. El molo de abrigo del puerto iquiqueño sufrió daños en su estructura, mientras que en la ciudad no hubo grandes destrozos, a excepción de algunas casas y vitrinas comerciales. Los pueblos de Huara y San Lorenzo de Tarapacá resultaron prácticamente destruidos en su totalidad.

¿Por qué tanta destrucción? Esta constatación, un alto nivel de daño asociado a este tipo de terremotos, a pesar que su foco está a más de 100 km de profundidad lejos de la superficie y que su magnitud es menor a 8, ha llamado la atención de los expertos desde mucho antes y había estimulado la indagación por comprender y resolver este misterio. Un primer avance importante se logró en Chile hace unos 30 años. Un estudio de sismólogos de la Universidad de Chile, a partir de un análisis de tipo “forense” de registros sísmicos antiguos del terremoto de 1939 de Chillán, pudieron determinar correctamente que su localización epicentral era más bien hacia el interior del continente (no costera) y que su profundidad fue de unos 100 km. El devastador terremoto de Chillán de 1939, de magnitud M7.8, correspondía así también a la categoría de terremotos de profundidad intermedia, como el del 2005 en el Norte de Chile.  Así, a comienzos de los años 90, los expertos comprendieron que la amenaza sísmica de un gran terremoto con epicentro costero en la región Constitución-Concepción, devastada por el terremoto de 1939, y donde había ocurrido antes el gran terremoto y tsunami de 1835 descrito por Darwin, acumulaba energía que el terremoto de 1939 no había liberado y en consecuencia la amenaza sísmica de esa región debía ser revisada.  Poco tiempo después, en noviembre del 2009 el grupo de sismólogos chilenos y colegas franceses, publicaron los resultados de un estudio en la región Constitución-Concepción, utilizando tecnologías satelitales y datos de estaciones sismológicas en tierra, y advertían sobre la proximidad del estado crítico de ocurrencia de un gran terremoto en esta región. Tres meses después ocurrió el 27F de magnitud M8.8.

A raíz del impacto y destrucción del terremoto de 1939, el gobierno de la época de Pedro Aguirre Cerda articuló un plan estratégico de reconstrucción y desarrollo de la región, impulsado desde el Estado, que contempló el nacimiento de la CORFO.

Este tipo de terremotos de profundidad intermedia, aunque pueden no tener una gran magnitud, son muy notorios para la población ya que generan un efecto de importante de daños en la superficie.  Los desafíos de la ciencia para generar conocimiento y comprender su origen y mecanismo, hacen de Chile un laboratorio natural para su estudio. Las nuevas tecnologías satelitales han mostrado ser fundamentales para avanzar en este sentido. El terremoto del 2005, cuyo foco estuvo a más de 100 km alejado de la superficie, logró ser estudiado con datos de satélites cuyas órbitas están entre 20 a 200 kilómetros de altura, demostrando el rol fundamental de estas tecnologías espaciales para aportar nuevos antecedentes sobre las geoamenazas en el contexto andino.

Jaime Campos
Profesor titular
Director del Programa Riesgo Sísmico (PRS)
Universidad de Chile

Fuente: https://opinion.cooperativa.cl/opinion/ciencia-y-tecnologia/el-poder-destructivo-de-los-terremotos-de-profundidad-intermedia/2024-06-28/110059.html