A veces, grandes terremotos tienen «efectos secundarios». Uno de los más devastadores es el tsunami, como el ocurrido el 27 de febrero de 2010.
Estrictamente, un tsunami es una secuencia de ondas especiales que se propagan sobre un cuerpo acuoso, y tienen su origen en algún evento geológico. En el caso de los grandes terremotos en Chile (como el caso del 27-F), a causa de la liberación de energía sísmica se producen desplazamientos en el fondo marino (incluso de un par de metros) que inducen alzamientos en el fondo del mar. Estos cambios repentinos en el lecho marino se transmiten a la superficie del mar, originando el tsunami.
Es importante resaltar que los grandes terremotos no son puntos y más bien ocupan una zona de ruptura de varios cientos de kilómetros y para efectos del tsunami, si el hipocentro se localiza en tierra o agua es irrelevante, ya que no es el parámetro predominante para describir la intensidad de un tsunami. La zona del fondo del mar donde se suelen producir los mayores cambios (fosa oceánica) se localiza a unos 80 a 100 kilómetros de distancia de la costa continental chilena. Esto se traduce en un tiempo de arribo de unos 15 minutos. Este tiempo es crucial para diseñar las estrategias a seguir en un sistema de alerta temprana y lograr evacuar las zonas expuestas de manera oportuna.
Por desgracia, este no es el único tipo de tsunamis con los que Chile debe convivir. Existe otra amenaza silenciosa, que suele ocurrir en lugares de una orografía más accidentada. El terremoto del 21 de abril de 2007 es un buen ejemplo. En dicha oportunidad, un sismo de magnitud 6.2 fue capaz de desencadenar el desprendimiento de material en las laderas de los fiordos de Aysén. La caída violenta de este material produjo un tsunami con la energía suficiente para arrasar con casas y llevarse la vida de una decena de personas.
Por otra parte, el 14 de enero de 2022, el volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai nos recordó que los tsunamis también pueden originarse por actividad volcánica, incluso si ésta es distante.
En general, al estar dentro del «Cinturón de fuego del Pacífico», Chile estará permanentemente expuesto a la amenaza de tsunamis de todo tipo, ya que estos fenómenos tienen la capacidad de viajar grandes distancias manteniendo su peligrosidad. Es así que grandes terremotos en Japón, aún pueden representar un peligro para las costas chilenas y debemos estar en constante vigilancia y desarrollo para mejorar el entendimiento y tecnologías que nos permitan convivir de manera segura con este tipo de fenómenos naturales, que son intrínsecos a la realidad chilena.
Mauricio Fuentes Serrano, Investigador Programa Riesgo Sísmico.