Han pasado casi 120 años desde el devastador terremoto de Valparaíso -16 de agosto de 1906- que dejó 3.000 víctimas fatales. A raíz de esto, se creó el Servicio Sismológico de Chile, bajo la tutela de la Universidad de Chile y la dirección del francés Fernand De Montessus de Ballore. Sin embargo, éste no fue el primer hito del estudio de los sismos en Chile, ni mucho menos el primer terremoto en nuestro territorio.

Lucía Núñez Aguilera, Directora Explora RM Sur Poniente Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile; y parte del Programa de Riesgo Sísmico (PRS) Universidad de Chile.

En la lejana Inglaterra, y más de un siglo antes, nacía la persona que actualmente es reconocida como la precursora de la sismología en nuestro país. En 1787, en la familia del vicealmirante Dundas, nació Mary. Tal como las hijas de familias acomodadas de la época, fue educada en tareas domésticas, en las letras y las artes para convertirse en una dama de sociedad. Una de sus pasiones era escribir sus vivencias, pensamientos y sueños en su diario.

En 1822, junto a su esposo, Thomas Graham, emprende una aventura embarcándose en una convulsionada travesía por el Cabo de Hornos, viaje en el que Mary pierde a su marido.

Al arribar al puerto de Valparaíso en 1822, la viuda inglesa Mary Graham es invitada a compartir con la alta sociedad, escribiendo en su diario sus nuevas experiencias y describiendo las costumbres de la naciente República de Chile. Mary conoció a los personajes claves de aquellos años, como Bernardo O’Higgins, lord Thomas Cochrane y José de San Martín, por nombrar algunos.

La noche del 22 de noviembre de 1822, Mary se encontraba en Quintero disfrutando del aire fresco cuando, a las 22:15 horas, «la casa se sacudió violentamente, con un ruido semejante a una explosión de pólvora». El movimiento fue tal, que debió arrancar fuera de la casa, cuyos muros caían con estruendo. Al comienzo el suelo se sacudía y luego, ondulaba, como se mueve un «buque en altamar». La tierra se sacudió por tres minutos, y continuó moviéndose con diferente intensidad durante toda la noche.

A pesar del miedo, Mary tomó su pluma, su diario y comenzó a escribir con gran detalle todo lo vivido. Registró los tipos de movimientos, dirección, duración y frecuencia, todo gracias a sus agudas observaciones.

A la mañana siguiente, ya con la luz del sol, Mary vio la devastación causada por aquel terremoto. Casas destruidas, árboles con raíces al aire, grietas en los cerros y en los huertos, cambios en las orillas del río y en la costa, elevaciones de terreno que antes estaban cubiertos por el mar. Las consecuencias para la población fueron devastadoras. Todo registrado en su diario.

Esta increíble descripción, más que el relato de una cronista de la vida cotidiana corresponde a una observación analítica del fenómeno vivido. Un relato científico, descrito con los instrumentos disponibles en el momento: Reloj, vasos con agua y el propio conocimiento y percepción. Nunca antes se describió un terremoto con aquel detalle en nuestro país.

Gracias a la publicación de su «Diario de una Residencia en Chile», que contiene la minuciosa descripción, podemos reconstruir con notable precisión las características del terremoto de 1822, desde el tipo de movimiento sísmico hasta sus efectos geológicos.

Su enfoque científico, riguroso y detallado, anticipó en décadas los estándares de la sismología moderna. A pesar de las limitaciones de la época y de los prejuicios de género, la Sociedad Geológica de Londres reconoció la relevancia de su trabajo, sentando un precedente para el reconocimiento de las mujeres en las ciencias. Hoy, en Chile, celebramos a Mary Graham no solo como una testigo excepcional, sino como la pionera que abrió camino a la investigación sismológica en nuestro país.