Se inaugura una estación sismológica de primer orden en el Cerro Santa Lucía, Santiago, aprovechando una cueva labrada por los españoles en el siglo XVIII. Esto, como un plan mayor que incluyó la creación de otras estaciones sismológicas (Copiapó, Osorno y Punta Arenas), además de la posterior instalación de 30 sismoscopios repartidos por todo el país.